martes, junio 24, 2008

Tu vida en Super-8, un poema de Jesús Llorente Sanjuán

Llevaba mucho tiempo queriendo traer aquí a Jesús Llorente (Cádiz.1972), uno de los poetas que prefiero, uno de los críticos musicales que leo antes que a nadie, y al frente de Acuarela discos y Acuarela libros, la primera con uno de los catálogos más logrados y sugerentes a nivel mundial (no exagero), y la segunda, una editorial comprometida, responsable de la edición de libros maravillosos siempre. Alguien, por tanto, digno de todo elogio.

Además, Jesús Llorente es el autor de Tu vida en Super-8, que pertenece a su libro Verano muerto, editado en 1999 por Renacimiento. Llorente también apareció en la antología Feroces, de Isla Correyero.

Últimamente, Jesús Llorente perpetra un blog, Acuarela: algo de mí, donde recorre las vicisitudes de su tarea al frente de Acuarela. No hay que perdérselo.

Dejo aquí hoy este soberbio poema, milagroso casi, tremendo.

TU VIDA EN SUPER- 8

El proyector escupe un rayo de luz
hacia la pared de tu cuarto
y en ella apareces con diez años menos
jugando con una calabaza,
escupiendo semillas como si fuesen chistes
que pudiesen romper un tremendo silencio.
Estamos en 1987, y tu hermana ya tenía
un gusano transparente escondido en el brazo
y en otra imagen os mira como un gato herido.
Ninguno de tus amigos creía en dios,
y la vida era, para el que pudiese comprender,
querer tirarse al agua sin saber nadar,
llegar hasta el final del trampolín,
y darse la vuelta muerto de miedo
y que alguien te empuje
y que no haya tiempo de taparse la nariz.
Aún te sabes de memoria
el teléfono de tu primera novia
y su sonrisa en blanco y negro
te transporta a un mundo que fue tuyo y se esfumó:
vespinos y baños nocturnos,
besos agitados y arena en los zapatos
y aquellos ojos inocentes
que tiraron la tristeza por la borda
ciegos de deseo en sábanas oscuras.
En los siguientes minutos de película
el tiempo celebra sus aniversarios:
primero tu cuerpo joven
comparte con otros cuerpos
un vino suave de cumpleaños,
la caja de puros robada a tu abuelo
y unas pastillas de colores
que encontraste en el botiquín buscando tiritas,
y os decís cosas con música de fondo
mientras en tus manos, bañadas en luz violeta,
sostienes el disco de Joy Division
con la portada de los árboles y el paisaje helado.
Luego una comida en familia
un domingo cualquiera,
con tus padres que dan voces
y se llevan muslos de pollo a la boca
y se pasan la sal y la miseria
y preguntan en voz alta,
mientras entras en el salón con un periódico:
¿qué va a ser de nuestro hijo?
Recuerda, cuando tenías dieciséis años
te sabias los nombres de todas las estrellas
y la vida era la postal de una puesta de sol,
bocadillos para merendar,
tartas que soplabais con orgullo,
bufandas que ocultaban marcas en el cuello
y canciones en las que se escondía
todo lo que entiende el corazón.
En la penúltima escena
(llevabas ya dos años con aquella chica)
estás drogado y no haces nada por disimularlo,
las puertas se abren y afuera es de noche
y tu boca parece de usar y tirar
sosteniendo un cigarrillo con la forma
de un enorme signo de interrogación.
Y después nada, dos imágenes borrosas,
una feria de provincias,
tus primos en el jardín, y Sire, tu perro,
ladrándole a alguien que seguramente
venía de muy lejos,
con los ojos como dos linternas encendidas.
Y después un clic, el silencio oscuro,
la silenciosa oscuridad de todos los the ends.

Si un hombre es lo que ha sido y poco más,
desde hoy sabes,
mientras guardas dos rollos de película
y dejas guiar tus pensamientos
como vagones de un tren nocturno sin paradas intermedias,
que eres lo que ya nunca podrás ser,
una tela que ha perdido su araña,
las armas de un ejército que ha huido a la desesperada,
el negativo mojado y volandero
de aquello que se marchó con viento fresco
y que ahora te deja agrio y malherido
con ganas de volver a aquel lugar extraño,
volver a tu tiempo y escribir en todas las paredes:
todo es mentira,
no cambiaremos nada,
nuestro verano ha muerto.



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7 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuando te traen la poesía a casa recién levantado, a unos pocos pasos de la mesa, hay que alegrarse.

Un saludo, Enrique.

Anónimo dijo...

"Nuestro verano ha muerto" me ha emocionado como un himno, como el lema de mi memoria. Tal vez sea el hecho de compartir generación, de pertenecer a esos niños de la transición, de las películas en super 8, de las primeras teles en color. Sea como sea, conmociona leerlo, y hasta duele un poco. Fantástico.
Un beso. M.

Enrique Ortiz dijo...

Gracias, Matías. Para mí es un placer el ponerlos aquí, rebuscar poemas que leí hace tiempo y que vuelvo a leer, a copiar. Un inmenso placer. Un abrazo fuerte :))

Gracias, M. Efectivamente, tiene una capacidad -fuera de lo común- para revolver en el que lee. El tono de Llorente, además, cínico y elegíaco a un tiempo, es genial. Alguna vez he dicho y hasta escrito que este poema es uno de los mejores de los que se han escrito por aquí en los últimos 15 años. Eso sí, todo el libro es soberbio. Un beso, M. :))

SuperWoman dijo...

Supongo que al ser de la generación del vídeo VHS y el color, entiendo menos esa fascinación por el super-8... pero es fácil conectar con los momentos del poema...
Gracias por el tip de Acuarela, es interesante.
Un supersaludo

Enrique Ortiz dijo...

Gracias, Superwoman. Sí, eso es lo bueno, lo sencillo que es conectar con él, sentirse dentro. Acuarela es una discográfica genial, y una editorial magistral. No hay que perderse los lanzamientos. Otro supersaludo para ti :)))

Anónimo dijo...

La última parte me parece soberbia, todo el poema es estupendo, ya, pero lo último es estupendo, para tenerlo en la cabecera de la cama. Estoy perdida, pero es que estoy cada día más lenta. Un beso. Cuti

Acuarela dijo...

Me he llevado una sorpresa tremenda al entrar en este blog. Sinceramente, gracias. No sé qué decir.

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